“PORQUE NO TENEMOS UN SUMO SACERDOTE, QUE
NO PUEDA COMPADECERSE DE NUESTRAS
DEBILIDADES,
SINO UNO QUE FUE TENTADO EN TODO SEGÚN NUESTRA SEMEJANZA, PERO SIN
PECADO. ACERQUÉMONOS PUES CONFIADAMENTE AL
TRONO DE LA GRACIA, PARA ALCANZAR
MISERICORDIA
Y HALLAR GRACIA PARA EL
OPORTUNO
SOCORRO”
HEBREOS
4: 15-16
Hablar del
fracaso, no parece ser un buen tema sobre todo si uno lo está afrontando, es
preferible hablar de crisis como una forma de negarlo. Al contrario aceptarlo
como es, ayuda afrontar la realidad sin
espejismos. Sobre este tema encontramos numerosos escritos que tratan sobre cómo
evitarlo. Estos tienen respuesta para todo,
la ruptura matrimonial, el ser despedidos del trabajo, alivio a la fatiga ministerial, y hasta como mantener
un liderazgo en permanente crecimiento en tiempos de crisis. Es verdad que
nadie anhela pasar por esta amarga experiencia, todos deseamos ser guardados,
pero a veces aparece como instrumento de Dios para la formación de nuestro
carácter. A través de el se desarrolla
empatía, sabiduría y humildad. El apóstol Pablo dice “Ciertamente, ninguna disciplina en el
momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo
después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados
en ella” Hebreos 12:11.
El fracaso por lo general está fuertemente
relacionado con situaciones Adversas o malas que acontecen a los seres humanos.
Este panorama parece mostrarnos una contradicción ya que si el fracaso se
muestra como algo positivo ¿por qué se evita tanto pasar por el?.
Particularmente pienso que nuestros temores a enfrentar el fracaso están
demarcados por conceptos errados como el
temor: temor a la vergüenza, a mancillar el
buen nombre, perder nuevas oportunidades y temor natural a que aquellos
que nos conocen nos señalen, y hablen mal de nosotros y excluyan nuestros
nombres como persona que se considera
exitosa y digna de imitar.
Esto deja ver un vacío eclesial, no tenemos un ministerio
de restauración pastoral, todo el enfoque y fortaleza de la iglesia se
concentra en el miembro más no en el liderazgo, con este último parece tener
otro modelo de disciplina Bíblico. La
Palabra de Dios traza un equilibrio en lo que significa la falta cometida,
(violación de la ley) castigo merecido
(justo pago) y la restauración de la persona (restitución).
La iglesia es una
fuente inagotable de misericordia. Es la vida del Jesús invisible hecho visible
en cada uno de nuestros actos.
Restaurar significa volver a llevar algo a su
estado original. La iglesia es una comunidad proclamadora de la infinita gracia
de Dios hacía el pecador y fiel transmisora de su amor que le restaura. ¿Qué
hacer con aquellas personas que cedieron a sus deseos carnales, que fueron
débiles ante la tentación, que no cumplieron
la tarea encomendada, que dejaron de tomar las decisiones correctas?
¿Habrá para ellos una segunda, tercera y porque no una cuarta oportunidad?
La Palabra de Dios no ocultó el fracaso de
sus siervos, ella señala el lado oscuro
de aquellos que desafiaron reinados, de los cuales el mundo de aquel entonces
no fue digno pero se encontraron con el ‘’pero’’ de su naturaleza carnal.
Cuando se enfrenta el fracaso desde una postura de dolor, sufrimiento y
arrepentimiento no se hace tardar la gracia divina que perdona y restaura a la
vez brindándo al pecador la oportunidad
de volver a ser útil dentro de su servicio. La experiencia que enfrentó Elías
después de bajar del Monte Carmelo nos muestra como ante el temor de su vida en
riesgo y su ministerio amenazado, huye a esconderse. Dios le busca y le
encuentra y lo anima a tres cosas: comer, levantarse y continuar de nuevo
seguro de que todavía no ha cumplido su propósito, pues largo camino le restaba
por recorrer. Moisés aprendió la disciplina en el desierto, este fue el lugar
que Dios utilizó para hacer de él un caudillo capaz de guiar a su pueblo a la
libertad. Quizá tú estés atravesando por
alguna situación similar, estas palabras son oportunas para ti hoy, ten ánimo,
en medio de tu situación, vuelve tus ojos al Señor el cual es amplio en
perdonar y deja que su sabiduría te guíe tomar las decisiones correctas.
Se
hace necesario nuevamente el estilo de Jesús, el que la iglesia no debió
perder, el Jesús que redime, que nos hace sentir todavía de pie cuando otros
nos observan caídos. El temor a salir de la gracia y caer en la super gracia nos cohíbe de
disfrutar el poder sanador y
embellecedor del perdón. Cuando la gracia aparece, las relaciones son
restauradas, se fortalecen nuevas actitudes y se desarrollan nuevos patrones de
vida.
Se valora más el perdón. El fracaso no ha sido un agente ajeno a mi vida,
lo he experimentado en carne propia y me ha hecho conocer un Dios más cercano,
real, humano, capaz de ir en mi búsqueda
tan solo para revelarse como el Dios de toda consolación, de toda gracia
y amor. Cuando experimentamos el fracaso y lo soportamos confiados en la
compañía de Dios, podemos desarrollar
una mayor capacidad para escuchar, podemos aprender a mantenernos fuertes en
los momentos difíciles y ser instruido en como guiar personas que atraviesan
por desiertos similares.
El haber fracasado me ha ayudado a comprender esa
cantidad de personas que diariamente se enfrentan a sus estragos. Cuando me
arrodillo a orar para confesar mis debilidades puedo percibir en el Espíritu a
muchos de mis consiervos luchando con el fracaso, con el dolor de haber
mancillado a Dios, sus corazones dolidos al haberse cedido por un momento ante
la pornografía, el dinero fácil, la droga, el poder.
Esa locura humana de la
cual el apóstol Pablo dice ‘’miserable de mí’’
Romanos 7: 24, clamamos ser desprendidos un día. Quizá si nunca hubiera
experimentado el fracaso no podría ver las cosas diferentes hoy, orar por ellos, sentir compasión e
identificarme no con el pecado sino con el sufrimiento que hiere sus corazones
por haber fallado.
La angustia y el desespero por recibir el perdón, de hallar
la oportuna restauración y regresar de nuevo a la comunión. La iglesia debe ser
el refugio de los que experimentan fracaso, debe ser radical en condenar el
pecado pero a su vez su mensaje debe ser esperanzador para el pecador, la segunda oportunidad es parte de su
proclamación, en ella el enfermo se acerca a encontrar la cura a sus males,
cuando esto acontezca, la iglesia recuperará el fuego del Espíritu que todos
anhelamos.
El texto nos aclara que tenemos uno que fue tentado en todo, fue participante de nuestra naturaleza humana pero sin pecado, conoce la tentación y discierne las amargas lecciones que deja en el caído, por lo cual puede compadecerse y brindarle el oportuno socorro de la gracia.
El mejor lugar para hallar la gracia de Dios es la comunidad de los
que conocen el valor de haber sido redimidos.
QUE DIOS NOS AYUDE
LIC.
FERNANDO OSORIO